Manuel Masías renunció a la alcaldía de Miraflores dejando un último regalito: la anticuhera Grimanesa a media cuadra de mi casa. La cuestión es así. La señora impone su presencia. Impone su negocio. Y así, impone sus olores y, a la larga, impone, a sus comensales.
La cuestión me lleva a lo mismo. ¿Qué derecho hay para usar el espacio público para un fin privado? Pero mientras me pregunto esto, la señora es adorada por los felices descubridores de la gastronomía nacional. Aquellos que piensan que el Perú será un país desarrollado a punta de ceviche, lomo saltado y fusiones forzadas. Todo gracias a Gastón, su coro de musas y los deseos de un país sin autoestima (cuando llega un extranjero es patético)